La semana pasada el Gobierno nacional dio un paso importante en materia tecnológica de cara a la implementación de la tecnología 5G en el país. Dicha estructura de comunicación significará un avance significativo en materia de velocidad de conexión de los dispositivos que se conectan a internet pero también una etapa en la que se podrán consolidar nuevos servicios y productos digitales en materia de negocios, salud, educación, entre otros.
A través de la publicación en el Boletín Oficial de la Resolución 2385/2022, quedaron preconfiguradas las condiciones para el 5G en la Argentina, ya que se atribuyeron cuáles serán las bandas en las cuales operará esta red que, según especialistas, permitirá comunicarnos entre 10 y 20 veces más rápido que las conexiones actuales. Dichas frecuencias, fueron tal cual especulaban las empresas del sector, la banda de 3300 a 3600 MHz.
Las autoridades del Enacom que aprobaron dichas especificaciones calificaron al documento como un “paso decisivo para la llegada del 5G” y además de designar las frecuencias avanzaron en el reglamento que regulará dicha tecnología, determinando cuál será el rol y alcance de las prestadoras que luego licitarán el servicio.
Según un informe publicado por la Global Mobile Suppliers Association (GSA), la quinta generación de esta tecnología de comunicación estaba disponible en alrededor de 70 países en junio de 2022 y las previsiones indican que el 5G podría superar los mil millones de usuarios este año. Argentina no está a la vanguardia de la implementación de esta red en la región. Por delante está Chile y Uruguay, mientras que, según el reporte, países como México y Bolivia avanzaron en la fase de inversiones para su despliegue.
¿Pero cuánto falta para que nos comuniquemos a la velocidad del 5G? Hace un año, Juan Bonora, vicepresidente de Huawei Argentina, detalló a LA GACETA que se necesitan tres etapas para que el 5G se despliegue efectivamente en el país. La primera de ellas es la determinación del espectro, fase que acaba de ser aprobada por las autoridades nacionales. En segundo lugar, se necesita que esté disponible la tecnología tanto en redes como en celulares. En este aspecto, ya se comercializan equipos que están habilitados para conectarse a esta velocidad, pero no están listas todavía las redes. Sin embargo, las empresas están avanzando en pruebas, tal cual lo hizo Telecom hace un mes en Buenos Aires junto con Nokia y Huawei, partners tecnológicos de infraestructura. Y en tercer lugar, lo que resta es definir cómo se realizarán las licitaciones por parte de los prestadores y que los mismos definan cuáles serán sus modelos de negocios.
En síntesis, lo que ocurrió por estos días es un paso importante para que agentes gubernamentales como empresariales encaminen sus intereses para que cuanto antes los usuarios podamos dar un salto de conectividad. Sería conveniente también aprovechar esta etapa de entusiasmo para delinear políticas de integración para que este avance signifique también una mejora de la conexión de regiones más alejadas de los centros urbanos.
La pandemia ya nos dio una muestra inobjetable de que internet no es un servicio de lujo, sino más bien un bien que tanto el sector privado como el público deben asegurar para toda la población. Solo de esta manera, la nueva tecnología significará una verdadera transformación y no una brecha más que divida entre integrados y desconectados.